Siempre son un éxito y siempre es la noche más esperada pero también la más triste para nuestros campers pues supone el decir adiós a compañeros a los que el primer día veían como auténticos desconocidos pero que después de 14 días se han convertido en parte de sus vidas. Increíble pero así es aunque nos sorprenda. Parece mentira verles el primer día tan distantes y retraidos y tras pasar una experiencia como es asistir a un campamento, sus rostros cambian, se transforman, crecen en autoestima y a casa se llevan todas las vivencias y sobre todo mucho mucho cariño de otros niños con los que han compartido una parte de su verano.
El photocall también es ya una tradición. Entrar en pareja es lo usual aunque hay veces que uno no sabe a quién elegir de los amigos que tiene y entran varios en tropel.
Yo, la mayoría de las veces, me encargo de realizar esas fotos y me maravillo del cambio que veo en ellos; fotografiados nada más llegar con mirada esquiva a veces y al final en la fiesta con una gran sonrisa que a mí personalmente, me complace.
Aquí os dejo algunas fotos de esa transformación, cambio, variación o a lo que yo llamo "crecer", instantáneas de cuando llegan y de cuando se van.
Gracias a todos esos campers por darme una sonrisa.